Caminando a la escuela...
Los proyectos de movilidad infantil que tienen como fin el caminar a la escuela son una propuesta que tiene su origen en Dinamarca, en el segundo tercio del siglo pasado, y posteriormente, debido a los problemas de salud infantil y a la saturación del tráfico que se veía en muchas ciudades, se fue extendiendo a otros países. Aunque el mayor auge de este movimiento se produjo en los países anglosajones, algunas ciudades italianas realizaron propuestas muy interesantes, entre las que destaca especialmente la que realizó Francesco Tonucci en Fano.
Posiblemente, debido a la afinidad cultural que tenemos con Italia, la experiencia del autor quizá sea la más influyente en nuestro entorno. Además, difundió sus propuestas por medio de la publicación de libros y artículos en revistas y también por medio de numerosas charlas y conferencias impartidas en diferentes lugares. Como señalan Román y Salís (2010) “El recorrido de casa al colegio puede ser toda una experiencia y una oportunidad para explorar el espacio, darle un sentido, entrar en contacto con otros y experimentar aventuras”. Es posible que por ese motivo, cuando hacemos memoria de nuestro tiempo escolar suelen abundar los recuerdos del camino hasta la escuela, así como los propios recuerdos de las actividades escolares.
Realizar el camino escolar implica ver y oír todo lo que sucede en el camino de casa a la escuela, pero podríamos emplear otros sentidos y hacer un recorrido rememorando los olores percibidos en el camino o incluso las texturas que se han pisado o tocado.
Pero hablar de camino escolar es algo más que hablar de una experiencia circunscrita únicamente al desplazamiento. Es la concepción de la educación vial como una educación para la ciudadanía, como una intervención de la ciudadanía para hacer la ciudad más habitable, más cercana y más cómoda para las personas, no sólo para los vehículos.
Alonso (2009), en su estudio sobre la infancia en las ciudades, señala que el 70% del alumnado de primaria no va nunca solo al colegio y del 30%, que va alguna vez solo, sus familias señalan que únicamente los dejan ir cuando tienen más de 12 años. Por este motivo, pensamos que un trabajo sobre el camino escolar no puede plantearse en primaria si previamente no se han puesto las bases en la educación infantil.
La propuesta que aquí se realiza de camino escolar no es, claro está, la de permitir a los niños menores de 6 años que vayan solos a la escuela, sino la de compartirlo caminando con una persona adulta, adquiriendo hábitos de autonomía, estableciendo contacto con el entorno próximo al que desarrolla su vida cotidiana, conociendo lugares significativos como las tiendas o los parques e incluso las personas que puede encontrar por el camino, identificando el recorrido y el entorno que posteriormente podrá realizar de manera autónoma y saludable.
En ese proceso puede haber momentos en los que los menores no tengan que ir necesariamente acompañados por una persona de su familia y puedan compartir el camino con otras personas que van a la misma escuela, bien sean familiares de otros niños o personas voluntarias dentro de una propuesta de trabajo en la comunidad.
