En el último balance provisional de siniestralidad 2023 presentado en enero de este año se confirmó una realidad agridulce: usamos más que nunca el cinturón de seguridad, pero aún hay víctimas en las carreteras que no lo llevaban abrochado en el momento del accidente. “Aunque es la segunda cifra más baja de la última década, no podemos ver este dato como una victoria, porque son 138 personas que hoy estarían vivas si hubieran llevado puesto el cinturón”, expuso el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante la presentación de dicho informe al tiempo que añadió: “Todavía nos llama la atención que haya personas que no lo usen”.
Desde que habló el ministro en enero, las cifras de 2023 se han actualizado reforzando esa sensación ambivalente: los datos de marzo muestran que en 2023 fallecieron en vías interurbanas 139 personas que viajaban en turismo y furgonetas y que no llevaban puesto el cinturón de seguridad en el momento del siniestro, el 25% del total.
No usar este dispositivo es una renuncia desconcertante. Ningún avance aplicado a la industria de la automoción ha demostrado tanta capacidad para salvar vidas. “El cinturón sigue siendo la base de la seguridad en el coche y lo que hace que el resto de sistemas funcionen. Tiene una doble función, retiene al ocupante en el asiento, pero también le da tiempo al airbag a desplegarse. Si no se lleva el cinturón abrochado o no se usa correctamente, cuando el vehículo impacta y frena en seco, el pasajero sigue un vuelo libre hacia el tablero, el volante, el asiento delantero o el parabrisas… y eso es una lotería”, afirma Ignacio Lázaro, senior product manager del Departamento de Integración de Sistemas de Retención de la empresa Applus Idiada.